martes, 18 de octubre de 2011

Esto soy.

No quisiera dejar esto nunca. Y estoy muy segura de ello. Escribir, me llena. Es algo así como un círculo vicioso, porque para que algo se llene primero debe vaciarse y es eso precisamente lo que me fascina tal vez. Cuando escribe, uno se vacía. O por lo menos a mi me pasa. Te vacias. Dejas todo expuesto en aquel papel. Te desnudas. Para que luego eso se llene de contenido y de forma. Y así es con todo. Como todo funciona. La vida, digo, llenarse y vaciarse.
Creo que sé algunas cosas de mi. Creo que me siento sola, porque sola estoy. Todos lo estamos. Como humanidad, digo. ¡Qué solos estamos! Me refiero a la peor de las soledades, a esa que se siente estando sentado en medio de una fiesta con cien invitados bailando desaforadamente. Y todos estamos solos porque todos somos uno, nadie nos iguala, nadie es igual a uno. Solos con nuestras ideas y nuestras costumbres, con nuestros defectos y nuestras virtudes. Caminando. Solos. Creo que eso no va a cambiar y sé que eso me desespera. Sé que me asusta lo infrenable del tiempo y cómo todo se repite constantemente sin poderlo detener. Me asusta que los años me encuentren acá sentada escribiendo este párrafo. Sé lo absurdo y sinsentido de todo esto.
Sé también, sobre mi, que el café con leche es uno de mis grandes tesoros. Y sé que es así, porque eso creo: que la grandeza está en la simpleza. Sé que todos los días me enamoro de Luis Alberto Spinetta y estoy sorprendida de poder encontrarme en alguien tan lejano. Pero creo que eso es lo mágico del arte. Creo en el arte como un todo. Creo que el arte es mi vida. Lo sé.
Sé que debería estar escribiendo un parcial domiciliario sobre la Loa al Divino Narciso de Sor Juana. Pero sé que el deber pocas veces coincide con el querer y por eso estoy escribiendo, en cambio, este texto. Sé que –aun así- me fascina la gran historia de Sor Juana, pero me fascina cuando quiero que me fascine y cuando me lo permito. Sé que la noche me encontrará con ese parcial a medio escribir y probablemente no duerma hoy, con el fin de terminarlo. Sé que tendré mucho sueño, pero no me arrepentiré de haber usado mi tiempo para narrar esto. Creo que debemos hacer más lo que queremos que lo que debemos. Creo que la vida misma debería ser así. Dado que nada de esto tiene sentido, por lo que sería absurdo tener que padecer cosas que no queremos ni necesitamos.
Sé que me apasiona el saber, me seduce, tanto más que lo efímero del cuerpo. Sé que por eso amo los libros, sé que he encontrado en ellos un refugio y lo más lindo es cuando te podes sumergir, sin ninguna prisa. Sé que siempre quiero huir y que muchos no lo entenderían. Tal vez nadie. Creo que soy desordenada y contradictoria. Sé que mi cabeza es un caos y que he esperado mucho tiempo para escribir este texto ordenadamente. Siento que en algún momento mi cabeza va a explotar y va a haber una lluvia de rulos por todos lados. Sé que en verdad no sé nada y nada es claro, ni simple, aunque yo lo quiera y lo pregone. Sé que nunca será así y eso es lastimosamente desesperante.
Creo que la guerra más terrible que sufro es todos los días, contra mí misma. Creo que no deberíamos aferrarnos a nada. Ni a lo material ni a las personas. Que todo está en uno. Pero aún así lo hago. Sé que el amor no existe, pero amo. Sé que digo que amo y muchos se asustan porque no entienden mis formas. Creo que es porque muchos hablan del amor libre y no entienden un carajo de qué es eso. Creo que me gustaría que el mundo se vuelva más animal. Que es absurda la depilación en tanto sufrimiento innecesario para lograr un sentido de la estética estipulado por el afuera. Que es absurdo reprimirnos sexualmente en tanto necesidad del cuerpo. Que no se necesitan miles de cubiertos para alimentarse. Creo que el mundo debería ser más animal, sí, y evitar conjeturas, prejuicios y etiquetas. Que eso es lo que divide al mundo. Sé que nos reímos poco y lloramos menos. Sé que vivimos sin hacernos preguntas. Eso también me asusta.
Sé que mis delirios filosóficos asustan a mi familia. Creo que la familia es lo único que dura. Creo en sus sonrisas, en sus pasiones, en sus vaivenes, en sus ideas y en todos sus aromas. Creo que eso debe ser lo más parecido a la felicidad. Sus sonrisas. El teatro, lo pinceles, los sahumerios, la música. Cada gota de sudor que emana la carne recordándote que estás vivo y que eso no tiene ningún sentido pero que es así, aquí y ahora.





Nota al pie: se agradece al individuo que me ha inspirado para escribir este texto, en el que -pensando que nos distanciaban grandes cosas- he encontrado fuertes similitudes que de tanto en tanto me hacen olvidar de aquella soledad . El sabrá que me refiero a él.