jueves, 15 de marzo de 2012

De mitos y de lluvias.

A Nazareno G.
hasta el cielo alto bien alto.

Dícese del origen de las tormentas que existían dos mundos: El mundo de los sueños y el otro mundo.
En el  mundo de los sueños, el más ídilico, existen seres de todo tipo, diversos tamaños, medidas, colores, fragancias. Los hay gigantes y enanos. Gordos, flacos, peludos. Los espacios son infinitos. No hay límites. Los colores son saturados. Las distancias son cortas. Todo es posible.
En ese mundo, en el mundo de los sueños, vivía Bob Marley. Sabrán, nadie muere en el mundo de los sueños. Se muere en el otro, en el otro mundo, pero no en el de los sueños. En el mundo de los sueños se vive para siempre. Concretamente, Bob Marley había muerto el once de mayo de 1981 en el otro mundo. Decir que “murió” el sólo por ser un poco racionales, pero lo cierto es que aún vive aunque ya no de manera física. Ahora bien, del mundo de los sueños Bob Marley nunca se fue, allí tiene una casa en Jamaica con una especie de altar en donde recibe visitas.
Nazareno y yo aún vivimos en ambos mundos. En el otro mundo él y yo admiramos al gran Bob. Escuchamos su música y él tiene una remera con su rostro que cuando se la pone, quisiera yo comérmelo a besos.
Una noche, a fines del 2011, Nazareno  se acostó como la mayoría de los días. Cansado luego de un día laboral consiguió, al cabo de unos minutos, sumergirse en el mundo de los sueños y comenzar a soñar. Allí entonces sucedió:

Apareció Nazareno Soñado angustiado por un desamor que estaba sufriendo con Eugenia Soñada. Al parecer ellos se habían peleado y no estaban más juntos. Él estaba realmente destruido. Pero Nazareno Soñado es aún más fuerte que Nazareno y es así como decidió luchar por su amor. Salió en busca de su dama por todos los rincones del Universo. Recorrió planetas y países, la buscó en bares, hoteles, plazas, hospitales, estaciones de tren. No estaba por ningún lado. Dio vuelta los océanos tres veces. Escaló montañas, subió a los cielos más altos. Tampoco estaba allí. Cuando entonces, ya cansado de buscar, recibió la noticia de un ser que desconocemos que le dijo que Eugenia Soñada se encontraba en la casa de Bob Marley en Jamaica. Decidió ir allí. Al llegar tocó la puerta. Ella salió a su encuentro. Cuando la vio él no podía creerlo. Una sonrisa se le dibujó en la cara y la inmensa satisfacción de haberla encontrado. Su corazón latía a la par del galope de un caballo. Fuerte. Intenso. Casi atravesándole el pecho. Ella se acercó hasta el zaguán y preguntó quién era. Nazareno Soñado la miró sorprendido “Son Nazareno”. “¿Por qué asunto es?” preguntó ella entonces. Él vaciló. Ella, acercándose a la puerta e introduciendo la llave le dijo: “Voy a hacer una excepción pero le pediría por favor que sea breve, el señor Marley no recibe periodistas los días jueves” Entonces vio la maleta que reposaba a sus pies y agregó “pero considerando que usted viajó tanto…” Dijo esto y sonrió mirándolo a los ojos. Él no podía creerlo. Se quedó quieto del otro lado de la puerta, mirándola. Ella le sostuvo unos minutos la mirada y añadió: “vamos, hombre, no sea tímido, pase nomás que no tenemos mucho tiempo”.
La mansión era inmensa. Ella lo llevó recorriendo largos pasillos que parecían túneles. Atravesaron dos salones grandes, seis puertas, un jardín, subieron dos escaleras, y llegaron a un altar en donde se encontraba Marley sentado en una especie de trono. Nazareno Soñado no podía creerlo. Admiraba al gran Bob. Improvisó una serie de preguntas. Marley no se veía muy dispuesto a contestarlas, la miraba a Eugenia Soñada haciéndole un gesto con la cabeza y ella respondía por él con mucha admiración. La figura del ídolo se iba derrumbando pregunta a pregunta. Eugenia Soñada permanecía sentada a su derecha, contestando todas las preguntas con paciencia y entusiasmo. Nazareno Soñado no podía sacarle los ojos de encima. Entonces ella dijo: “bueno, una última pregunta por favor, que ya es la hora del almuerzo…” Un silencio inundó el salón, entonces él mirándola a los ojos le dijo: “¿Y vos qué haces acá?”. Se miraron. Marley parecía no entender que pasaba y se apresuró a contestar: “ella es mi mujer, mi musa inspiradora”.
En ese momento despertó. Por suerte, en el otro mundo, todo estaba bien entre nosotros. Desde entonces, cada vez que salgo con Nazareno y él lleva puesta la remera de Bob Marley, una gran tormenta se desata. Se inunda la ciudad, el viento nos llena de tierra los ojos, nos mojamos y sufrimos frío. Creemos que tal vez Marley, al vernos juntos a través de la remera, sienta celos y envíe un temporal terrible a modo de venganza.