sábado, 12 de octubre de 2013

Hace casi un año que no visito estos pagos. Y en este "casi año" he leído y he escrito poco.
Me pasó algo que nunca me había pasado: no tuve palabras.
El 18 de septiembre de 2012 me enteraba mediante un recipiente lleno de mi pis, que iba a ser mamá. Desde ese día, las palabras se fueron esfumando y predominaron los silenciosos sentimientos. Me detuve sólo a escribirle a India algunos párrafos llenos de intentos de querer explicarle alguno de esos sentimientos. Me sentí obligada a buscar las palabras y peor aún, a encontrarlas... para tener respuestas para ella. No leí otras historias, pues me la pasé pensando en cómo continuaría la mía.
Los primeros meses abundaron las nauseas y los vómitos. Por lo que dejé la militancia y también la facultad. No me asusté ni sentí miedo. Siempre estuve lúcida ante esta nueva realidad. No lamenté haber dejado la facultad porque tuve en claro que nunca jamás en mi vida aprendería tanto como siendo madre. Entendí que quizá India me enseñe más cosas a mi que yo a ella. Y tampoco extrañé la militancia porque con 20 años y luego de haber militado en organizaciones, asistido a debates políticos, charlas, marchas y festivales de protesta, leído libros, informado, elaborado una postura, una opinión... me acababa de dar cuenta que estaba a punto de cometer el acto más revolucionario de mi vida: nada mejor que traerle al mundo una semilla nueva, limpia y pura, libre de prejuicios y maldad. ¡A ver si pueden con ella!
Me alegré. Y de a poco comencé a sentir un amor profundo profundo latiendome en la boca del estómago. Tuve miedos y dudas que se fueron disipando. 

India aguantó en la panza hasta el último momento. Aprovechó los nueve meses que tenía de alquiler. Y finalmente nació el 10 de mayo a las 12:09 hrs del mediodía. En un parto inolvidablemente hermoso y doloroso. Nunca fui tan feliz.
Hoy en día pocas cosas me interesan más que observar su sonrisa. Tiene la piel más suave que toqué en mi vida y unos cachetes enormes. Todos dicen que es hermosa y realmente lo es. 
Eso estuve haciendo todo este tiempo: observando. Sintiendo. Observando el mundo que le ofrezco a India. Imaginando el futuro juntas. Observándome en sus ojos. Buscándome en su sonrisa. Alimentándola con la tibia leche de mi cuerpo. Inventándole historias. Actuando y cantando para ella. Nunca más la soledad. Nunca más el egoísmo de pensar sólo en uno. Y la certeza de que este amor no va a tener fin.