viernes, 24 de junio de 2011

Hablame como la lluvia.

Monólogo extraído de la obra de teatro “Hablame como la lluvia” de T. Williams.
                                                                                                             
   A Julián G.
A la lluvia, hermosa.
Y a todos aquellos que nos queremos escapar,
 alguna vez.


¡Quiero irme de aquí! ¡Sola! Me instalaré con un nombre supuesto en un pequeño hotel de la costa... Anna... Jones... La camarera será una viejecita que tendrá un nieto y me hable de él... Me contará lo que cenó su nieto... tapioca y leche... La habitación será umbrosa, fresca y estará llena del murmullo de la...lluvia. La ansiedad desaparecerá. Las ventanas serán altas, con largos postigos azules, y habrá una temporada de lluvia... lluvia... lluvia... Mi vida será como la habitación, fresca, umbrosa y... llena del murmullo de la....lluvia. Todas las semanas sin falta, el correo me traerá un cheque. La viejecita me cobrará los cheques, y me traerá libros de una biblioteca y recogerá... la ropa de la lavandería... Me vestiré de blanco. Nunca seré muy fuerte ni me quedarán muchas energías, pero pasado algún tiempo tendré las suficiente para pasear por la playa sin esfuerzo... Habrá una temporada de lluvia, lluvia, lluvia Y me sentiré tan agotada después de la vida en la cuidad que no me importará estar sin hacer nada, simplemente oyendo caer la lluvia. Estaré tan tranquila. Las arrugas desaparecerán de mi cara. No se me inflamarán nunca los ojos. No tendré amigos. No tendré ni siquiera conocidos. Cuando sienta sueño regresaré despacio al pequeño hotel. El empleado dirá: Buenas noches Señorita Jones; y yo me limitaré a sonreír a penas y cogeré mi llave. Nunca ojearé siquiera un periódico ni oiré la radio; no tendré conciencia del paso de tiempo... Un día me mirare al espejo y veré que mi cabello está empezando a ponerse gris, y por primera vez me daré cuenta de que he estado viviendo en este pequeño hotel bajo un nombre supuesto durante veinticinco años.  Me alegrare de que el tiempo haya pasado tan sin sentir. De vez en cuando quizá vaya al cine. Leeré largos libros y los diarios de escritores muertos. Me sentiré más cerca de ellos de lo que me he sentido nunca de las personas que conocía antes de retirarme del mundo. Y me vendrá el sueño. Me quedaré dormida con el libro todavía entre las manos y lloverá. Despertaré, oiré la lluvia y me volveré a dormir. Una temporada de lluvia, lluvia, lluvia. Después, un día, al cerrar el libro o al volver sola del cine a las once de la noche, me miraré al espejo y veré que mi cabello se ha puesto blanco. Blanco, blanco del todo Tan blanco como la espuma de las olas.  Recorreré mi cuerpo con las manos y percibiré lo asombrosamente delgada he ingrávida que me he quedado. Casi transparente. Apenas real ya .Entonces advertiré, sabré, un tanto confusamente, que he permanecido ahí, en ese pequeño hotel, sin... relaciones sociales, responsabilidades, inquietudes ni perturbaciones de ninguna clase... durante casi cincuenta años. Medio siglo . Casi toda una vida. No recordaré ni siquiera los nombre de las personas que conocía antes de llegar allí, ni que se siente cuando se espera a alguien que... puede no venir...Entonces sabré - mirándome al espejo- que ha llegado el momento de pasear sola una vez más  por la explanada, con un viento fuerte azotándome, un viento limpísimo... pasearé sola y me iré adelgazando, adelgazando. Cada vez más delgada, más delgada! ¡Hasta que al final no tendré cuerpo ya y  el viento me recogerá en sus fríos brazos blancos y me llevará para siempre! ¡Quiero irme de aquí!


lunes, 20 de junio de 2011

Sobre el tiempo.

Con el tiempo vas cambiando y tus ojos van mirando el más allá.
Cuánto tiempo más llevará, cuánto tiempo más llevará...
Ilusiones, letras de cristal, simulando que sabes adónde estás.
Algunos dirán qué viejo que estás. Por favor, hablemos de verdad.

Y con el tiempo la magia de estar aquí, vas suponiendo que sabes adónde debes ir.
Cuánta ignorancia corre por tu cuerpo.
¿Ni siquiera te entregas al viento sin pensar por qué?

Cuánto tiempo más llevará, cuánto tiempo más llevará…
 

Los meses con J siempre traen consigo cantidades incontables de preguntas. Aún no nos queda claro bien por qué, ni cómo sucede. Pero justo en la mitad, la cosa se empieza a corromper. Este año, particularmente, se llevó su primera mitad como una ráfaga de viento. No puedo evitar pensar en el día de ayer como mes de Febrero. Como si en el medio se me hubiera borrado la memoria. Dicen que con los años el tiempo comienza a pasar más rápido y uno no se da cuenta. Salvo cuando ya sos muy muy viejito que ahí si, los días se convierten en eternidades insostenibles y monótonas. A mi en lo personal, me asusta un poco esto del tiempo. Convengamos que no es más que una mera construcción del ser humano para… ¿organizarse? A mi el tiempo suele desorganizarme. Resulta que así como a Alberto le resulta físicamente imposible seguir una dieta, yo soy puramente incapaz de calcular tiempos o de especular con ellos.  Siempre llego tarde a todos los lugares. Nunca cumplo las promesas que requieren de acordar un horario. Siempre el tiempo se me acorta, queriéndome apresarme al reloj. Cuando calculo, siempre me faltan diez minutos. No sé. No soy buena para eso. Lo copado es que me rodea mucha gente que tampoco lo es. Entonces no debería de haber problema alguno. Cómo sea. El tiempo no es mi fuerte. Siempre me andan apurando, tocándome bocina desde la puerta, pegando gritos y siempre siempre me queda algo inconcluso. La gente se la pasa hablando del tiempo, adjudicándole un montón de características que no son propias de él como que “el tiempo cura las heridas” “año nuevo, vida nueva” (?) Qué carajo?. Las personas buscamos en el tiempo la solución a nuestros problemas. En nada se diferencian el 31 de Diciembre al 01 de Enero. Y no es el tiempo quien cura las heridas. Es uno mismo. “La gente cambia con los años” Sólo si quiere cambiar. No sé bien por qué necesitamos del tiempo. Por qué entradas altas horas de la noche se dice que “es tarde” ¿para qué? “¿Qué haces despierto a esta hora?” Se duerme de noche, se vive de día. Es algo tan abstracto. O cuando se piensa que es demasiado pronto para hacer tal cosa. No tiene mucho sentido. ¿Esperar? ¿a qué? ¿para qué? El tiempo es hoy.
 San Agustín decía que el pasado ya no existe y el futuro aún no es. En cuanto al presente es un continuado dejar de ser, un continuo tender hacia el no ser. Por lo tanto,  el tiempo existe en el espíritu del hombre, porque es donde se mantienen presentes el pasado, el presente y el futuro. Por ello los tiempos son tres: El presente del pasado, el presente del futuro y el presente del presente. No reside en el movimiento sino en el alma.
Creo que tiene algo de razón. Hay gentes y gentes. Gente que no acepta el paso del tiempo, y gasta dinero en costosas operaciones para aparentar juventud. Es gracioso, por no decir triste, la ignorancia de aquellos quienes creen que la juventud se va con los años. Que es algo físico. Eso es totalmente absurdo. No somos sólo cuerpos.
En fin, esa duda que me trajo el 20 de Julio por la que me vi impulsada a escribir, radica en el paso del tiempo en tanto “tarde/temprano”. Es decir, cuando uno no hace algo “a su debido tiempo” luego ¿es “tarde”? ¿A dónde van todas aquellas palabras que no se dijeron? ¿Qué sucede con los cambios abruptos de personalidad en un período de tiempo “corto”? ¿Si en Marzo pregonabas gastarte un dineral en Disney comprando incontables cosas y aplaudiendo la “buena atención” de la sociedad estadounidense y en Septiembre te jactas de bohemio escuchando Bob Marley y zurdito por leer “Las venas abiertas de América Latina”, olvidaste tu pasado? ¿Existe el pasado? ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Si te interesa lo material, lo superfluo, el consumismo pero escuchas a Los Beatles y citas sus frases en Facebook sos, igualmente, un revolucionario? No lo sé. “Con el tiempo, la gente cambia” Era así, no? Y todos tenemos la chance de hacerlo. Todo cambio es bienvenido, es sano, es salud, es conciencia de crecer, amor a la vida… pero es todo eso en tanto se reconoce como tal, como cambio y no omitiendo todo lo anterior. La palabras no dichas suelen delegarse en discusiones reiteradas, en acciones similares, en enojos y fastidios constantes, en una molestia al respirar incontrolable. Odio las palabras no dichas. “La quemazón de la picada la sientes más tarde”. En el momento en que no se dicen, nada sucede, nada molesta… comienza a sentirse con “el tiempo”. El tiempo te hace poderoso. Mucho tiempo en un lugar te hace sentir parte de el. Mucho tiempo con una persona te crea su dueño. Mucho tiempo haciendo algo te da la experiencia. Mucho tiempo en este mundo te genera, supuestamente, sabiduría. Mucho tiempo estudiando, buenos resultados. Mucho tiempo trabajando, buena guita. Mucho tiempo, legitimidad. Poder. Egocentrismo.
En fin, las cosas pueden ser muy dañinas también. Pero al fin y al cabo, el tiempo no es más que una mera construcción del ser humano. Como todo.




lunes, 13 de junio de 2011

Los modelos del éxito.

El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo docente, habla de «la tasa natural de desempleo». Por ley natural, comprueban Richard Herrnstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria.
¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es virtud humana cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología antisocial, locura y peligro que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos de buena salud del éxito social. Los delincuentes de morondanga aprenden lo que saben elevando la mirada, desde abajo, hacia las cumbres; estudian el ejemplo de los triunfadores y mal que bien hacen lo que pueden para imitarles los méritos. Pero «los jodidos siempre estarán jodidos», como solía decir don Emilio Azcárraga, que fue amo y señor de la televisión mexicana. Las posibilidades de que un banquero que vacía un banco pueda disfrutar, en paz, del fruto de sus afanes son directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.
Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. El malevaje financiero secuestra países y los cocina si no pagan el rescate: si se compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol. La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas.
El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento. En los suburbios del mundo, los jefes de Estado venden los saldos y retazos de sus países, a precio de liquidación por fin de temporada, como en los suburbios de las ciudades los delincuentes venden, a precio vil, el botín de sus asaltos.
Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares. Los asaltantes, al acecho en las esquinas, pegan zarpazos que son la versión artesanal de los golpes de fortuna asestados por los grandes especuladores que desvalijan multitudes por computadora. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al menor costo.
Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela.


"Los modelos del éxito"Eduardo Galeano.

domingo, 5 de junio de 2011

El arte para mi.

A Rosario.
A Julián G.
El arte es libre o es una farsa



He aquí mi concepción del arte: desnuda, libre y sincera.
Sostengo que el arte es de todos. Que una vez que la creaste, ya tiene vida propia. Le pertenece a todos y cuantos lean, vean, disfruten o se sientan identificados con ella.
Hace tiempo publiqué aquí mismo un texto que se denominaba “Lo que me pasó por la cabeza un 26 de abril” en el que compartía algunos pensamientos míos de aquel día y en particular, una clase a la que asistí en donde analizamos un texto de Walter Benjamin que se llamaba “El autor como productor”. Y también otro de Theodor Adorno que se llamaba “El artista como lugarteniente”. Ambos escribían sobre el arte, claro. Pero se diferenciaban: Benjamin hacía una lectura crítica y política. No defendía la autonomía en el arte. Creía en el arte como un arma social revolucionaria imprescindible. La cual debería llegar a todos lados, aún si eso significaba sacrificar un poco el “aura” de ese arte. Adorno, por otro lado, sí defendía la autonomía, no estaba dispuesto a sacrificar el aura. Era un tanto más elitista y prefería que el arte no llegue a todos, antes de que esta se “ensucie”.
Yo pienso que son como los hijos. No son de uno, son de la vida. No le pertenecen a nadie. Una vez que los diste a luz, viven por si solos. Las manifestaciones artísticas pueden ser  tan espectaculares que el mundo se las apropia. Sería iluso pensar que le pertenecen a quien las crea. Recobran vida propia. Son del mundo. Hablan y viven por si solas, a pesar de su autor. De hecho, los autores desaparecen, pero ellas siguen ahí.
Siempre imaginé mi arte como algo a lo que cualquiera pudiera acceder. Creo que sólo así es posible el cambio. Y para ello, es necesario no lucrar. Porque no todos accederían a comprar un libro a ciento cincuenta pesos, por ejemplo. Aunque por otro lado, sería lindo poder vivir solo por hacer arte. Pero en ese caso estaría evaluando al arte como una mercancía y no no no no, me niego.
He aquí la eterna contradicción del artista.
En el texto de “Lo que me pasó por la cabeza un 26 de abril” también comentaba que hace unos años yo había escrito un texto en el que defendía fervientemente que el arte debería ser más barato, para que así pueda tener cualquier persona acceso a ella. El teatro, en sus principios griegos, funcionaba como catarsis. Los griegos acuñaron ese término para referirse  a la purificación que se produce en el espectador de una obra de teatro cuando éste se identifica con los personajes y transita por las mismas emociones que se están viviendo sobre la escena. Catarsis era un término médico que quería decir purga. Es una palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles como purificación emocional, corporal, mental y religiosa. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo, los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones.
Según Aristóteles, la catarsis es la facultad de la tragedia de redimir (o "purificar") al espectador de sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra, y al permitirle ver el castigo merecido e inevitable de éstas; pero sin experimentar dicho castigo él mismo. Es así como yo sostenía que arte debería ser más accesible a todos, para permitirle a cualquier miembro de la sociedad poder realizar esa catarsis que lo deje bien tranquilo y evitar así problemáticas banales que vivimos en las calle todos los días.
Entiendo que si alguien leyera los escritos que publico aquí y los publicase en otro lugar como propios, no los estaría robando. Sólo serán citas sin citar al autor. “Lo haces por vos y nada más, no tienen por qué tener dueño”. Son meras combinaciones de un lenguaje consensuado que no significa nada.
El arte no puede comerciarse. Ni siquiera me parece necesario el saber un autor. Si a uno no le interesa "el qué dirán", ni siquiera debe interesar el reconocimiento a uno, sino a la obra.
Está lleno de canciones de tango, folklore o poemas indígenas que son "anónimas" y se reconocen igual. Compramos entradas de cine porque hay un sistema que plantea al cine como una mercancía. Pero está lleno de cines-debates en centros culturales y demás que pasan cosas mucho más interesantes que las del shopping. Preferiría ir tocando y que la gente me comparta su almuerzo sólo porque les gusta lo que hago. No creo en esa respuesta materialista que me han hecho de "Y pero de algo tenes que vivir...". Quizás me voy al carajo, o me hago la hippie de más, pero creo que en la tierra y en nosotros está todo lo necesario. ¿El resto? son apegos inútiles. “Todo lo demás no es nada”.

Libros.