Alguna vez alguien me dijo que
nada se debe en esta vida. Creo que ya hemos citado eso en este blog. No sé
bien por qué, pero los seres humanos tendemos a adjudicarnos deberes. A
adjudicarnos y adjudicarle también deberes a los demás. Pero… ¿es acaso eso posible?
¿Existe algo que se deba hacer o no se deba hacer como obligación-responsabilidad
nata imposible de eludir?
Extrañamente, hay una gran
diferencia entre lo que “se debe hacer”, lo que “se quiere hacer” y lo que
efectivamente se hace. Rara vez esos tres puntos coinciden formando uno solo.
Por lo general, es un segmento compuesto por tres puntos en el que nos
deslizamos los seres humanos a lo largo de nuestra vida, haciendo a veces lo
que queremos, haciendo a veces lo que debemos o no haciendo ninguna de estas
dos y haciendo otra cosa. Lo ideal sería que esos tres puntos se conviertan en
uno solo. Vayamos a un ejemplo:
Estoy aquí sentada redactando
este escrito (loqueestoyhaciendo), debería estar leyendo para mi parcial de
argentina II que se aproxima (loquedeboestarhaciendo) pero me gustaría
realmente estar paseando por las calles angostas de algún país lejano
(loquemegustaríaestarhaciendo).
Lo cierto es que existen
limitaciones. Es decir, para llevar a cabo lo que me gustaría hacer, yo debería
disponer de dinero, principalmente, para pagar dicho viaje y así sucesivamente.
Si profundizáramos más en esa
tríada de la vida y encontráramos grandes abismos entre los tres puntos,
entonces sería verdaderamente preocupante. Vayamos a un ejemplo:
“Debería estar yéndome a
casar, sin embargo, estoy en un bar lleno de putas y drogas totalmente
alcoholizado… me gustaría estar sentado en el regazo de mi madre mientras ella
acaricia mi pelo y me lee un libro”.
Ese es un ejemplo extremo. Tal
vez el más extremo de todos. Digamos que aquel hombre ha sufrido en su infancia
el maltrato de su padre, un demente que –celoso por la relación edipica entre
su mujer y su hijo- asesinó a su esposa, lo que produjo un fuerte trauma en el
niño, quien años más tarde, creyéndose libre ya del dolor de aquel episodio,
comienza a mantener una relación amorosa con una mujer, en la que busca
satisfacer todas sus carencias de amor y contención, buscando similitudes entre
esta mujer y su propia madre. Lleva esta relación muy lejos, hasta el mismísimo
casamiento, pero en el día de su boda todo esto se le revela, lo atemoriza, lo
paraliza y huye a un bar de malamuerte a esconderse en adicciones que han
sabido acogerlo en años pasados.
Ese sería un claro ejemplo de
los abismos que puede haber entre estos tres puntos. Fundado y argumentado en
una historia pasada que permite la coherencia o la lógica o por lo menos
facilita el entendimiento del por qué de la distancia entre estos tres puntos.
Muchas veces coinciden sólo
dos puntos de estos tres, lo cual es lo más común. Por ejemplo:
Un hombre debe trabajar diez
horas al día en una fábrica para mantener a su familia, efectivamente está
trabajando en la fábrica aunque quisiera estar en la plaza jugando a la pelota
y disfrutando de sus hijos.
Es realmente triste vivir así,
no? Pienso que sería lindo lograr la unificación de estos ejes.
Sin embargo, hay un punto
exacto en el Universo en el que esos tres ejes se alinean, se interceptan
formando uno solo: lo que debo hacer, lo que quiero hacer y lo que hago. Son
pocas las certezas que tengo en la vida. Abundan las dudas. Nunca me siento
segura de estar en el lugar indicado, estudiando la carrera indicada, con la
compañía indicada. Sólo hay un lugar en el que me siento así, segura, y en el
que los puntos se interceptan chocándose y producen esa mágica luz que
encandila y enamora y se prolonga hasta la infinidad del Cosmos, bien hondo en
tu pecho, por los jamases de los jamases: el escenario.