domingo, 23 de noviembre de 2014

El verticalismo.

Viva el verticalismo cuando árboles, fríos, que nacen de la tierra marrón y crecen para arriba, intentando alcanzar el  cielo azul y tocar las nubes, bañarse de ellas y beber su agua.
Viva el verticalismo cuando montañas, majestuosas e inmensas, que surgen de la tierra por un maravilloso accidente natural y se elevan por las más extensas alturas, sin miedo, sin vértigo.
Viva el verticalismo cuando pirámides, que son historia, cultura y memoria, el refugio y la religión de muchos.
Viva el verticalismo cuando edificios, construcciones humanas, obras de arte arquitectónicas que sirven como hogar de muchos, oficinas de otros, iglesias, museos, teatros y cines.
Pero que no viva el verticalismo del jefe, del maestro, del funcionario. Ese no. Que no viva. Que no te pise con su inmenso pie de gigante, ni te ahogue con su manota insensata. Sin piedad. Que no viva. Que no viva por su abuso de poder, por su crueldad. Que no viva por ser juez, que te señala con su dedo acusador. Que te persigue con su mirada acechadora. Que no viva. Ese no. Porque como los árboles, todos tenemos un saber. Porque como las montañas, todos somos fuertes. Porque como las pirámides, todos tenemos memoria. Y porque como los edificios, todos podemos pisar firme. Que se muera ese verticalismo, que no exista más. Que no te reprima ni se ría de vos. Que no viva.




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