domingo, 5 de junio de 2011

El arte para mi.

A Rosario.
A Julián G.
El arte es libre o es una farsa



He aquí mi concepción del arte: desnuda, libre y sincera.
Sostengo que el arte es de todos. Que una vez que la creaste, ya tiene vida propia. Le pertenece a todos y cuantos lean, vean, disfruten o se sientan identificados con ella.
Hace tiempo publiqué aquí mismo un texto que se denominaba “Lo que me pasó por la cabeza un 26 de abril” en el que compartía algunos pensamientos míos de aquel día y en particular, una clase a la que asistí en donde analizamos un texto de Walter Benjamin que se llamaba “El autor como productor”. Y también otro de Theodor Adorno que se llamaba “El artista como lugarteniente”. Ambos escribían sobre el arte, claro. Pero se diferenciaban: Benjamin hacía una lectura crítica y política. No defendía la autonomía en el arte. Creía en el arte como un arma social revolucionaria imprescindible. La cual debería llegar a todos lados, aún si eso significaba sacrificar un poco el “aura” de ese arte. Adorno, por otro lado, sí defendía la autonomía, no estaba dispuesto a sacrificar el aura. Era un tanto más elitista y prefería que el arte no llegue a todos, antes de que esta se “ensucie”.
Yo pienso que son como los hijos. No son de uno, son de la vida. No le pertenecen a nadie. Una vez que los diste a luz, viven por si solos. Las manifestaciones artísticas pueden ser  tan espectaculares que el mundo se las apropia. Sería iluso pensar que le pertenecen a quien las crea. Recobran vida propia. Son del mundo. Hablan y viven por si solas, a pesar de su autor. De hecho, los autores desaparecen, pero ellas siguen ahí.
Siempre imaginé mi arte como algo a lo que cualquiera pudiera acceder. Creo que sólo así es posible el cambio. Y para ello, es necesario no lucrar. Porque no todos accederían a comprar un libro a ciento cincuenta pesos, por ejemplo. Aunque por otro lado, sería lindo poder vivir solo por hacer arte. Pero en ese caso estaría evaluando al arte como una mercancía y no no no no, me niego.
He aquí la eterna contradicción del artista.
En el texto de “Lo que me pasó por la cabeza un 26 de abril” también comentaba que hace unos años yo había escrito un texto en el que defendía fervientemente que el arte debería ser más barato, para que así pueda tener cualquier persona acceso a ella. El teatro, en sus principios griegos, funcionaba como catarsis. Los griegos acuñaron ese término para referirse  a la purificación que se produce en el espectador de una obra de teatro cuando éste se identifica con los personajes y transita por las mismas emociones que se están viviendo sobre la escena. Catarsis era un término médico que quería decir purga. Es una palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles como purificación emocional, corporal, mental y religiosa. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo, los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones.
Según Aristóteles, la catarsis es la facultad de la tragedia de redimir (o "purificar") al espectador de sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra, y al permitirle ver el castigo merecido e inevitable de éstas; pero sin experimentar dicho castigo él mismo. Es así como yo sostenía que arte debería ser más accesible a todos, para permitirle a cualquier miembro de la sociedad poder realizar esa catarsis que lo deje bien tranquilo y evitar así problemáticas banales que vivimos en las calle todos los días.
Entiendo que si alguien leyera los escritos que publico aquí y los publicase en otro lugar como propios, no los estaría robando. Sólo serán citas sin citar al autor. “Lo haces por vos y nada más, no tienen por qué tener dueño”. Son meras combinaciones de un lenguaje consensuado que no significa nada.
El arte no puede comerciarse. Ni siquiera me parece necesario el saber un autor. Si a uno no le interesa "el qué dirán", ni siquiera debe interesar el reconocimiento a uno, sino a la obra.
Está lleno de canciones de tango, folklore o poemas indígenas que son "anónimas" y se reconocen igual. Compramos entradas de cine porque hay un sistema que plantea al cine como una mercancía. Pero está lleno de cines-debates en centros culturales y demás que pasan cosas mucho más interesantes que las del shopping. Preferiría ir tocando y que la gente me comparta su almuerzo sólo porque les gusta lo que hago. No creo en esa respuesta materialista que me han hecho de "Y pero de algo tenes que vivir...". Quizás me voy al carajo, o me hago la hippie de más, pero creo que en la tierra y en nosotros está todo lo necesario. ¿El resto? son apegos inútiles. “Todo lo demás no es nada”.

2 comentarios:

  1. totalmente, no podemos pedir derechos de autor si todos sabemos que lo que decimos proviene de algo anterior, no necesariamente dicho por nosotros mismos. Como dicen, el habla es polifónico.

    De todas formas creo yo, que el arte, es también una construcción de un yo. Como cuando tenemos que escribir debemos construir un personaje que narre, aunque ese personaje seamos nosotros mismos o no, y (aunque yo no pinte) me da la sensación de que cuando pintamos/hacemos música o no sé, cualquier manifestación artística, también hacemos una proyección de ese personaje. No se si se entendió, no soy buena tratando de escribir lo que opino. En fin, es cierto, el arte se ha convertido en una mercancía. Que al fin y al cabo, se contrapone un poco con el arte, porque una mercancía es un objeto hecho para otra persona, que luego se intercambiará por algo. Es decir, las mercancías se hacen para el interés de otra persona, y yo tampoco creo que eso sea el arte. Va mucho más allá de su valor monetario. Dudo que los griegos hiciesen teatro para el resto, sino para sí mismos. Uno cuando escribe, no lo hace por el interés del otro, sino por su propio interés. Después bueno, es discutible la forma de distribución...

    En fin, no sé, queria aportar alguito. Un beso euge, me encanta tu blog, me encanta como escribis.

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