sábado, 28 de mayo de 2011

Madre.

De infancia corta, pero contundente. De padres simples pero rebuscados. De vida pobre, pero alma rica. De nacionalidades varias. De tías muchas. De sobrinos incontables. De carrera inconclusa. De promedios impecables. La sonrisa pura y limpia.  La incuestionable importancia del pan en la mesa. Pies embarrados que caminan insaciablemente por las calles del barrio del que nunca se fue.  Poderosas manos fuertes y trabajadoras que nunca se rinden, condimentan con excelencia las milanesas más ricas que en mi vida he de probar. Amiga de los números y de las plantas. Aquella huerta en la que jugaste. Aquel bar en el que merendabas… ¿chocolatada con vainillas? O algún que otro postre favorito que ese de corazón débil pero inmortal, se encaprichaba en complacerte.  Labios de un solo hombre. Abrazos cálidamente infinitos. Humildad suprema. Simpleza. Sencillez. Dedicación. Fortaleza. Costurera de buenos modales. Invencible ante cualquier dificultad casera: electricista, plomera, de esas que se dan maña y lo logran, de perseverancia desmesurada. De paciencia intachable. Serías dificultades para decir una mentira. Imposibilidad incontrolable de ocultar una cara de preocupación. Extenso proceso de entendimiento sentada frente a una computadora. Charlantana: con vos, conmigo, con el, con ella y con cuanto ser vivo se le cruce por el camino. De orejas predispuestas. De piernas andantes. De espalda derecha y fuerte que soporta el peso. Sesenta años de amor, dedicación, preocupación, servicio, trabajo. Te queremos. Te admiramos. Mucho. Que vengan sesenta más de ese corazón que nunca se va a morir. ¡Feliz cumpleaños!


Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad.

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